El Coro de las Emociones se trabaja con entusiasmo en los colegios de México
Soy América Álvarez Salazar, trabajo en Proeducación México y desde el ciclo escolar 2019 he sido tutora de El Coro de las Emociones. Durante este tiempo, he sido testigo de cómo los maestros han implementado el recurso, así como de sus miedos, estrés, incertidumbre, pero también de grandes logros.
Desde siempre, las emociones del ser humano han estado unidas al canto y a la música, esta relación ha ido estrechándose y ahora es fundamental en la vida diaria porque incide de una manera muy benéfica en nuestra salud, tanto física como mental; y por ello creo que una de las mejores oportunidades que tenemos es la de implementar El Coro de las Emociones como herramienta de apoyo en nuestro trabajo diario en el aula.
Al iniciar como tutora de este recurso, me encontré con maestras y maestros preocupados por hacer un coro profesional, sin embargo, cuando les mostré las herramientas ofertadas en el manual, pudieron darse cuenta y conocer que las actividades a desarrollar iban dirigidas más al cuidado y trabajo de las emociones de los niños, que a lograr una perfección coral; ello los hizo sentir un gran alivio y más satisfechos cuando al ponerlo en práctica se daban cuenta de cómo los niños y niñas lo disfrutaban. En varias escuelas, fue muy satisfactorio contar también con la participación y apoyo de los padres de familia quienes se organizaron para el vestuario, poniendo a los niños playeras coloridas o máscaras para su presentación, en la cual y en todo momento se pudo constatar la alegría de las familias disfrutando de un gran concierto para ellos.
En la Escuela Francisco Sarabia, la maestra Aurora Casarrubias, me comentaba que era un reto, ya que no tenía ningún conocimiento de música, así que, cuando le di la asesoría del recurso, le sugerí algo muy suave, delicioso al escuchar: la melodía “Chiquititiito como un ratón”, le mostré cómo seguir el manual y cómo apoyarse en los tutoriales del recurso, esto fue suficiente, la maestra no requirió de otra visita, ella fue adquiriendo más confianza y se encargó del resto. En su cierre nos dio una muestra del trabajo con sus niños, los cuales portaban playeras rojas y utilizaban claves para llevar el ritmo. Para todos fue una experiencia fantástica.
En otra escuela, República de Corea, se trabajó con niños y niñas de primer grado, los cuales fueron dirigidos por su compañerita de 7 años, con una canción japonesa. La maestra estaba encantada y satisfecha del trabajo logrado con sus alumnos; ya que la niña llena de confianza y segura de sí, fue quien dirigió y llevó a sus compañeros a disfrutar de esta hermosa melodía.
Estuvimos casi dos años en aislamiento durante la pandemia, y esto fue un gran reto, momentos y tiempos difíciles con una tristeza e incertidumbre a flor de piel, dudábamos que el recurso se pudiera llevar a través de una pantalla, sin embargo, echamos a volar la imaginación. Uno de mis principales retos fue primero, convencer a los maestros de que este recurso más que cantar bonito es divertirse, exteriorizar las emociones y que la distancia no era un obstáculo para ello.
Con El Coro de las Emociones fue llevarles el recurso a través de una pantalla, ¿y cómo íbamos a lograrlo? Solamente aprendiendo a escuchar a través de la distancia y en ocasiones sin podernos ver, pero despertando la curiosidad y atrayendo su atención, la música despertó en los niños su interés y permitió aflorar sus emociones.
Al cantar, las caritas tiernas de los pequeños eran una maravilla. Verles los ojos de sorpresa y una expresión de satisfacción nos permitía percatarnos de que se estaban disfrutando un momento en donde podían sentirse tranquilos, estaba presente la felicidad, pero también se pudo ver la ternura de los adultos quienes se atrevieron a expresar sus emociones a través de bellas melodías.
Con la melodía “Gaudeamus”, se dejaron contagiar del ritmo y utilizaron su cuerpo como un instrumento musical, además de tambores, castañuelas con los dedos, bongos, etc., se veían sonriendo, felices, a pesar de las penas que muchos estábamos pasando, y esto en lo personal me llenó de alegría.
Algunos maestros se exigían demasiado, pretendían que se escuchara hermoso su coro, todos cantando al unísono, algo muy complicado al trabajar en línea, no se podía lograr un coro perfecto a dos voces, se escuchaba a varias voces y al mismo tiempo, decían que parecía aguacero, yo les contestaba que, con relámpagos y rayos, poco a poco los maestros comprendieron que sacar las emociones era lo más importante, y que el propósito del programa no es que se oyera perfecto. Los maestros terminaron riendo, aceptaron, y comprendieron que tenía que divertirse, dejarse llevar por la música y el canto de los pequeños y gozar la interpretación.
En otra de las escuelas la maestra trabajo colaborativamente con los padres de familia e hizo que junto con sus pequeños hicieran su máscara. Este fue un momento de calidad entre padres e hijos.
Actualmente ya estamos trabajando de manera presencial y aunque parecería más fácil, aún así hay algunos obstáculos, sin embargo, les hago entender que la música es cantar nuestras emociones.
En lo personal ha sido una experiencia en la que he podido aprender que no es recorrer una línea recta, que la música es un ritmo para llevar una vida en armonía, expresar mis emociones a través de las canciones me permite dar mayor espacio a mi creatividad, cada vez que veo un niño cantar me brillan los ojos de admiración, o cuando un maestro con su cara seria y sus nervios a flor de piel comienza a cantar hace vibrar mi ser, por cada melodía viajo a otros lugares, conozco otras personas, me veo en medio de ellas, me siento alegre, disfruto cada ritmo, no veo por dentro mi cuerpo pero siento como cada célula dentro de mi como lo disfruta, yo soy la música, yo soy América del Coro de mis Emociones.
América Álvarez Salazar
Tutora de El Coro de las Emociones
(americaalbvarez@proeducacion.org.mx)
Proeducación México
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