Boletín de Educación Responsable

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El gran aliado: La familia

Virginia Cagigal
Virginia Cagigal
dic 7, 2016
Virginia Cagigal de Gregorio

Familia-escuela: llamados a educar juntos

Vivimos una época en la que muchos padres y madres sienten que es difícil educar e incluso algunas voces autorizadas se preguntan si el contexto social está limitando de algún modo su capacidad educativa (Elzo, 2006); así mismo, los maestros y profesores no siempre perciben la colaboración por parte de las familias en la intensidad y el modo que consideran necesario, y sienten que los padres a veces son obstáculo para la educación de sus hijos. Todo ello lleva a que no pocas veces la escuela formule ciertas quejas a propósito de la colaboración de los padres, al tiempo que estos a su vez se cuestionan el tipo de relación y trato de los profesores hacia ellos.

Sin embargo, en nuestro contexto social actual, la familia y la escuela están llamadas a ser los principales agentes de educación de los hijos-alumnos (Lamata o Martínez), en una corresponsabilidad que les lleva a ir necesariamente de la mano. Si entendemos la educación como un “acontecimiento relacional” (Fernández Santos, 2010), fácilmente comprendemos que para que la educación de un niño pueda ser desarrollada, se hace imprescindible que todos los participantes muestren coherencia, consenso, y se les perciba alienados.

Esto se hace más relevante en una época en la que el tejido social es mucho más complejo de lo que fuera antaño; algunos de los factores de complejidad que afectan especialmente a la educación son las dificultades en la conciliación laboral y familiar (los tiempos tan cortos de permisos de maternidad conlleva que el proceso natural de autorregulación del bebé en relación con su madre se produzca de forma precipitada, e incluso muchas veces ni siquiera se culmina en el contexto del hogar, dejando al niño muy pronto al cuidad de terceros), la inmediatez de la sociedad de la información (se obtiene la información y los resultados de forma cada vez más inmediata, lo que dificulta el desarrollo de actitudes como paciencia y constancia, imprescindibles para la educación), los efectos en las relaciones de la sociedad de consumo (el usar y tirar cuando algo no vale puede “colarse” en las relaciones interpersonales, sustituyendo lo dañado por algo diferente, en lugar de trabajar la reparación), el cambio en los modelos de estilo educativo (del autoritarismo a modelos permisivos, sobreprotectores y/o negligentes), los efectos de la sociedad del bienestar (que contribuye a considerar las crisis como fracasos), así como los efectos de la diversidad cultural en un mundo global (lo que introduce mucha variabilidad en las aulas y en las relaciones de los profesores con las familias).

 Nos llama la atención cómo, a pesar de que hoy día los padres acuden al centro escolar con mucha más periodicidad y asiduidad de lo que lo hacían los padres de hace cuarenta o cincuenta años, sin embargo la percepción de desencuentro familia-escuela por parte de unos y otros es mucho mayor que en otras épocas; la complejidad necesita mayor comunicación para ser gestionada, y ante este panorama cambiante y rico, se hace imprescindible una buena relación familia-escuela.

Para comprender mejor el reto educativo en la actualidad, vamos a revisar en primer lugar los desafíos a los que se enfrentan los padres, a continuación los principales desafíos para los maestros y profesores, y finalmente, nos detendremos en algunas conclusiones que consideramos de importancia para mejorar la relación familia-escuela.

Principales desafíos educativos para los padres

El breve análisis que acabamos de presentar nos permite entender que la tarea de educar, que nunca ha sido sencilla, en esta época enfrenta ciertos retos para los padres que conviene tener en cuenta:

- Atención a la falta de tiempo con los hijos y lo que ello puede suponer en la cercanía afectiva: las dificultades para conciliar vida laboral y familiar conlleva que los niños pasen mucho tiempo solos, y esto puede afectar a la comunicación padres-hijos: la falta de tiempo para contar y contarse las cosas, la baja complicidad cotidiana, y sobre todo, la culpa por no estar con los hijos, lleva a algunos padres o madres que a entender que “tiempo de calidad” significa ausencia de discusiones, conflictos o llantos… lo que tiene como consecuencia en muchos casos una educación permisiva y un patrón de evitación de conflictos en el que parece que no pasa nada y todo va muy bien, mientras que en el trasfondo la jerarquía padres-hijos se ha invertido y el niño gana poder en la relación y deja de hacer caso a sus mayores.

- Atención a la sobreprotección: aunque es natural en los padres tratar de evitar a los hijos el sufrimiento, sin embargo, una parte muy importante de la vida se produce por aprendizaje de las consecuencias de los actos; si un niño no estudia con ritmo adecuado y su madre le hace los ejercicios, difícilmente aprenderá a gestionar su tiempo; si una niña olvida la bolsa de deporte en casa y su padre se la acerca al colegio para que no le pongan un cero en educación física, difícilmente podrá aprender a recordar lo que tiene que llevar consigo antes de salir de casa; llamar a los padres del compañero de un hijo con el que nuestro niño ha tenido una pelea dificulta que desarrolle habilidades de resolución de conflictos, tan necesarias para vivir en sociedad... Ahorrar sufrimientos de este tipo a los hijos, no sólo no les ayuda a madurar, sino que incluso puede promover progresivamente en ellos una cierta sensación de ser “el emperador” al que sus cercanos han de hacer y resolver todo, lo que a veces deviene en actitudes más o menos despóticas hacia sus figuras de referencia (padres, abuelos,…).

- Atención al desarrollo de la autonomía: una autonomía apropiada para la edad es una fuente excelente de autoestima; las personas obtenemos seguridad en nosotros mismos al vernos capaces de desempeñar diferentes funciones o tareas con éxito, sobre todo cuando ese éxito es valorado en su justa medida por los educadores. En una época en la que por razones de seguridad los espacios naturales de desarrollo de la autonomía de un niño se quedan limitados (ya no es fácil dejarles jugar en la plaza solos, o ir a comprar el pan a edades tempranas, o quedarse al cuidado de los hermanos más pequeños) es importante promover otras fuentes de autonomía y satisfacción personal, tales como ayudar en tareas de casa, ayudar acompañando a hacer recados, ocuparse de ayudar a un hermano pequeño en los deberes, etc. Esto será motivo para poder valorarles, felicitarles, y que se sientan capaces, ganando seguridad en sí mismos.

- Atención a las prisas por que crezcan: es más cómodo tener hijos que entienden lo que les decimos, que nos hacen caso porque se dan cuenta de que es importante lo que les proponemos… pero entonces no tenemos niños o adolescentes, sino «miniadultos». Los hijos necesitan ”ejercer” de niños o adolescentes, conforme a su edad, para construir una identidad sana, es una necesidad del adulto el que lo comprendan todo y no se opongan, pero eso no sería propio de su condición de “aprendices” en la vida.

- Importancia de la solidez de los padres en la relación con sus hijos: una consecuencia inmediata de lo que acabamos de comentar es que normalmente los niños van entendiendo lo que los padres les piden, les permiten o les prohíben años más tarde de la edad a la que los padres se lo proponen. Por tanto, el adulto no puede esperar a legitimar la bondad de su línea educativa en que su hijo lo entienda y lo acepte: casi siempre, vamos a tener que obligar a un niño a hacer cosas que no quiere, pero que son importantes o necesarias para su desarrollo como persona. Y si el adulto espera a que el niño lo entienda, desorganiza la jerarquía necesaria, porque le da el poder al niño de legitimarle, de modo que la bondad o no-bondad de lo que el adulto propone como buena educación queda depositada en la aceptación o no-aceptación por parte del niño. En esta situación, el adulto se fragiliza y deja de ser figura de referencia sólida para el hijo, lo que a su vez contribuye a la inseguridad o ansiedad de este último. 

 

Principales desafíos educativos para los profesores

Virginia Cagigal en Fundación Botín. Madrid
Virginia Cagigal en Fundación Botín. Madrid

El principal objetivo de la entrevista de los profesores con los padres es poder entender y conocer mejor al alumno: la persona se despliega en contexto, y dependiendo de éste, aparecen unas u otras características, de modo que hay facetas del hijo que los padres no conocen, porque se producen en el colegio, a la vez que hay facetas del alumno que los profesores no conocen, por ser propias de su conducta en su hogar. De ahí que este encuentro, si se produce de forma abierta y acogedora, sea de gran riqueza y utilidad. Pero es necesario que el maestro preste atención a ciertas cuestiones que pudieran interferir:

- Atención a las creencias, sobre todo cuando pueden convertirse en prejuicios: todos, a partir de las experiencias y de la cultura, tenemos diferentes creencias: sobre qué es ser buen/a profesor/a, buen padre, buena madre, buen/a alumno/a, buen/a hijo/a… En las entrevistas con padres, estas creencias se ponen en juego; por ello es importante que el profesor haya identificado aquellas que a veces pueden limitarle o sesgarle, y acabar convirtiéndose en prejuicios que interfieran su relación. Porque aunque un profesor sea excelente profesional y no exprese verbalmente esos prejuicios, sin embargo, cuando están ahí, aparecen inconscientemente, en pequeños gestos, comunicación facial, respuesta ocular, etc.

- Atención al qué de la comunicación (contenido) y al cómo de la comunicación (el proceso de relación): se suele trabajar y preparar bien la información que se ofrece a los padres, lo que les vamos a decir; pero se suele prestar menos atención al cómo se les va a decir: quién comunicará que, a través de qué vía, por qué esa vía, para quién va destinado… Al considerar el proceso de comunicación, podemos caer en la cuenta de una forma mucho más aguda de los efectos que puede conllevar; por ejemplo, si mandamos el mensaje a los padres de que traigan puntual a su hijo por la mañana a través de un castigo al hijo, el resultado es que el alumno queda triangulado, es decir, en conflicto de lealtades entre sus padres y su profesor (sería mucho más eficaz, por poco que lo sea, comunicarse directamente con esos padres que meter al niño en medio del conflicto); o bien, podemos reflexionar sobre el efecto que tiene en los adolescentes que sus padres reciban la información sobre las fechas de sus exámenes… en más de un caso, el efecto es una des-responsabilización por parte del alumno, que deja en manos de padres y profesores la atención a algo que debería ser completamente genuino de su responsabilidad (a veces, medidas muy eficaces para unos pocos, por ejemplo notificar a los padres de un alumno con alto fracaso escolar las fechas de exámenes para que puedan hacer un seguimiento y ayuda desde casa, se convierten en altamente ineficaces cuando se generalizan a una población que no lo necesita, como el común de los alumnos).

- Búsqueda de acuerdos padres-profesores: por más que las soluciones propuestas por un maestro sean excelentemente relevantes, si desde la familia no hay acuerdo para llevarlas a la práctica, el resultado será el fracaso. Por ello, el trabajo fundamental en la relación con la familia es compartir perspectiva, ampliar perspectiva y considerar la perspectiva de los otros, para poder lograr acuerdos.

- El cambio eficaz se produce en contexto: por más que el profesor observe cuestiones que convendría que la familia cambiara, los cambios eficaces en los que se puede implicar serán soluciones en el contexto escolar; si al ver los déficits de la familia, el colegio se centra en que la familia cambie, es muy probable que no se obtengan apenas resultados, porque el profesor no es un psicólogo familiar que puede trabajar lo que ocurre en el contexto de casa, y ni siquiera la familia muchas veces le pide esa intervención. Tal como comenzábamos este apartado, la entrevista con los padre para lo primero que sirve es para comprender mejor al alumno; a partir de ello, si se logra algún acuerdo para que en casa se tome alguna medida de cambio, excelente; pero la tarea del educador es educar al alumno en el contexto en el que él tiene la llave para hacerlo: el centro escolar. De este modo, el colegio a veces se convierte en una tabla de salvación para un alumno (Buigues, ). Las familias que perciben un mensaje descalificador hacia ellas de parte del colegio y una constante llamada a que cambien, normalmente se distancian defensivamente del centro; sin embargo, las familias que perciben unos profesionales implicados en sacar lo mejor de sus hijos en su labor educativa en el colegio, puede que se impliquen más y bajen barreras. A veces, la clave de maduración y evolución de un chico o chica con problemas es encontrar un adulto significativo que comienza a mostrarle que cree en él/ella.

Algunas conclusiones para mejorar la relación familia-escuela

El encuentro entre profesores y padres es un encuentro de máximas autoridades: la máxima autoridad en el aula, el maestro, se reúne con la máxima autoridad en el hogar, los padres; por ello, es un encuentro de colaboración, que se debe definir de igual a igual, cada uno de ellos “con voz y voto” sobre las cuestiones educativas que atañen al hijo-alumno. Si los padres perciben que no se les tiene en cuenta en la educación de su hijo, pueden colocarse en escalada simétrica (van retando y oponiéndose a todo lo que viene del colegio) o en escalada complementaria (se viven a sí mismos como poca cosa, incapaces de educar); ambas actitudes conllevan consecuencias negativas para su función educadora.

A la hora de construir este equipo de iguales, hay que tener en cuenta ciertos elementos fundamentales:

- Definición de las fronteras: los sistemas humanos funcionan adecuadamente cuando entre los diferentes subsistemas que los integran se articula un adecuado sistema de fronteras, que no sea rígido e imposible de transitar, pero tampoco excesivamente difuso. Cuando los profesores entran a abordar cuestiones exclusivas del contexto familiar, o toman medidas que suponen cambios sustanciales en la organización y vida familiar sin acordarlo con los padres, han traspasado fronteras de forma excesivamente abierta; del mismo modo, cuando los padres entran a definir cómo deberían actuar los profesores, las fronteras se han desdibujado. No siempre está claro para los padres qué espera el centro escolar de ellos, esta es una de las cuestiones sobre las que establecer una buena comunicación familia-colegio (Fernández Santos).

  

Virginia Cagigal de Gregorio
Dra. en Psicología. Especialista en Psicología Clínica. Profesora propia adjunta de la Universidad Pontificia Comillas. Directora de la Unidad de Intervención Psicosocial (UNINPSI) de la Universidad Pontificia Comillas.