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Jóvenes que no se rinden

Roser Batlle
Roser Batlle
oct 22, 2021
Roser Batlle

La verdadera participación es el compromiso


Es un tópico irritante lamentarse acerca de lo indolentes, despreocupados e insolidarios que son hoy los jóvenes, en comparación con lo sacrificados, voluntariosos y considerados que eran "antes".

Esta visión chata y mezquina no tiene en cuenta la cantidad de chicos y chicas que manifiestan niveles envidiables de tesón y compromiso social hacia sus comunidades.

Chicos y chicas que no se rinden. Que enfocan los problemas del entorno como retos a vencer; que, frente a las dificultades, despliegan su creatividad y sus ganas de encontrar soluciones.

No, no son una exquisita minoría. Hay muchísimos jóvenes en todas partes empeñados en conseguir un mundo mejor para todos.

Vamos a viajar desde L'Hospitalet hasta Coslada para conocer algunas experiencias.

 

 

Filmserè

La Florida es un barrio de L'Hospitalet de Llobregat (Barcelona) que posee la mayor densidad de Europa: ¡nada menos que 29.671 habitantes en 0,38 km2!.

Como tantos otros distritos del entorno metropolitano, La Florida acoge una población trabajadora y durante años presentó déficits importantes en infraestructuras, calidad de las viviendas y recursos culturales y sociales.  Actualmente, el 42% de sus habitantes proceden de otros países, especialmente Latinoamérica.

Por ese motivo ha sido considerado un barrio con necesidades de mejoras en muchos aspectos, así como de cohesión y de identidad. 

En este contexto, el Instituto Eduard Fontserè, que supera la media de La Florida en presencia de población inmigrada, contempla, en su proyecto educativo devenir un auténtico centro cultural y comunitario, de manera que su onda expansiva contribuya a mejorar la imagen del barrio y la autoestima de su vecindario.

Por ello desde hace años emprenden proyectos de aprendizaje-servicio en os que los aprendizajes curriculares se transfieren a la comunidad, como es el caso del proyecto Filmserè, el Festival Internacional de Cortometrajes de La Florida.

El alumnado de 4º de la ESO que cursa la asignatura optativa de Cine son los responsables de organizar este evento, cuya preparación dura todo el año y culmina con la celebración del festival propiamente dicho.

El festival es impulsado por los alumnos en colaboración con vecinos y vecinas, asociaciones y entidades del barrio, a fin de crear tejido social, aproximar la cultura a la gente y mejorar la reputación del barrio tanto dentro como fuera de él.

La primera edición del Festival se llevó a cabo durante el curso 2018-2019. Las proyecciones se realizaron en diferentes espacios culturales y vecinales. Para el 2019 ya se habían inscrito 923 cortometrajes y para el 2020 se alcanzaron 1.111. ¡Todo un éxito!

Pero llegó la pandemia y el confinamiento y aunque los jóvenes siguieren visionando y seleccionando los cortos, vieron peligrar las proyecciones públicas que tanto habían contribuido a dinamizar La Florida.

Sin embargo, no se rindieron: ¡había que mantener el proyecto!  ¡Enfriar el entusiasmo y las expectativas del vecindario no era una opción! La solución llegó de la mano de la Televisión de L'Hospitalet, que se comprometió a emitir los 43 cortos seleccionados a lo largo de dos días. De esta manera, el Festival sorteó los obstáculos de la distancia física y pudo continuar su andadura.

El aprendizaje-servicio


El Festival Internacional de Cortometrajes Filmseré es un espléndido proyecto de aprendizaje-servicio.

Los chicos y las chicas del Instituto Eduard Fontserè aprenden al tiempo que hacen un servicio a la comunidad.

Frente a un problema, necesidad o carencia del entorno -en este caso la necesidad del barrio de mejorar su imagen y su autoestima, reforzando el tejido asociativo y la vida cultural- se movilizan y comprometen para buscar soluciones, aplicando sus conocimientos, habilidades, actitudes y valores.

En el aprendizaje-servicio el valor clave es la fraternidad, presente en el artículo primero de la Declaración de los Derechos Humanos:

"Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros."

La fraternidad nos mueve a ser generosos, no sólo justos, en la convicción de que el otro es también mi hermano, por tanto, me intereso por él, sus problemas son también mis problemas y el hecho de que pueda superarlos es también una ayuda para mí mismo.

Por ello, el aprendizaje-servicio no es solo una metodología educativa. No es solo una herramienta motivadora para estimular el aprendizaje. Es una manera de aprender y de enseñar, efectivamente, pero está fuertemente vinculada al deseo de una sociedad más justa y a un modelo de ciudadanía comprometida en ello, con clara inspiración en la ética del cuidado.

En un momento histórico en que la pandemia nos ha hecho más vulnerables e inseguros, corremos el riesgo, como asevera el historiador Yuval Noah Harari, de buscar la seguridad y las certezas en sociedades totalitarias y aisladas en lugar de perseguir el empoderamiento ciudadano y la solidaridad mundial.

El aprendizaje-servicio apuesta decididamente por confiar en la capacidad de los niños, niñas y jóvenes en tanto que ciudadanos activos y solidarios, que no se rinden frente a las dificultades. Pone el talento de los jóvenes al servicio del bien común.

Participación ciudadana


¡Qué fácil es confundirse con el término participación!

Muchas veces se describe a una persona como participativa cuando interviene mucho, opina, critica, toma decisiones... Y, ciertamente, todas estas manifestaciones implican un cierto nivel de participación.

Pero ésta es la participación más cómoda, la más ligera, la que puede no implicar ningún esfuerzo notable. Porque se puede opinar y criticar de cualquier problema sin estar dispuesto a hacer nada por solucionarlo. Se puede discutir y discrepar sin moverse del sofá, prácticamente sin abandonar el mando a distancia.

Sin embargo, en los proyectos de aprendizaje-servicio chicos y chicas se ponen manos a la obra, se arremangan, se implican, se comprometen. Pasan de una participación ligera y comodona a una participación intensa, que es la esencia misma de la ciudadanía en democracia.

El aprendizaje-servicio muestra a los jóvenes que es posible cambiar las cosas, les anima a no rendirse y a comprender que la verdadera participación es el compromiso.

El aprendizaje-servicio fomenta el capital social de las comunidades, de nuestros pueblos y ciudades. Y ello ocurre porque para impulsar estos proyectos los centros educativos necesitan trabajar en red con las entidades sociales, asociaciones vecinales, equipamientos y servicios públicos. Ese trabajo en red, esa alianza cívica, fortalece la confianza de la población así como el compartir valores comunes.

Por ello, el aprendizaje-servicio es también una herramienta de desarrollo comunitario y cada vez más ayuntamientos, como como L'Hospitalet de Llobregat, Coslada, Pamplona, Mislata, Alcalá de Henares...  impulsan políticas públicas para promoverlo en sus municipios.

Coslada, 10 años de aprendizaje-servicio


En 12 Km2, Coslada reúne 81.392 habitantes y es una ciudad referente del aprendizaje-servicio en España.

En el 2020 cumplió 10 años ininterrumpidos de promoción del ApS con un fuerte compromiso por parte del ayuntamiento, movilizando 11 áreas municipales en apoyo de los 7 IES y 4 CEIP que desarrollan 58 proyectos, en los que, además, se vinculan 15 instituciones y 32 entidades sociales de la ciudad, constituyendo una red espesa de movilización ciudadana.

Esta trayectoria provoca que muchos jóvenes cosladeños hayan tenido la experiencia de participar en más de un proyecto a lo largo de su escolaridad. Es el caso de estas cuatro jóvenes, procedentes, como alumnas o como ex-alumnas de dos institutos de secundaria, el IES Miguel Catalán y el IES Luis García Berlanga: Laura Mazario, María Martínez, Desireé González y Lucía López.

Hemos emplazado las cuatro a que nos cuenten cuál fue su proyecto preferido y que impacto creen que estos proyectos han tenido en la población y en sus propias vidas.

Laura Mazario escoge el proyecto Contra el estigma de la enfermedad mental, cuyo objetivo es sensibilizar a la ciudadanía sobre este estigma y a los jóvenes sobre el consumo de drogas y las posibilidades de desarrollar transtornos mentales. Para ello, crean un espacio de encuentro entre jóvenes del instituto y jóvenes que padecen enfermedad mental a fin de crear conjuntamente y difundir un rap y un videoclip. Todo ello trabajando en colaboración con el Centro de Rehabilitación Psicosocial (CRPS) y el CAID del Ayuntamiento de Coslada.

María Martínez escoge el proyecto Local Classroom Junior, cuyo objetivo es mejorar las habilidades lingüísticas en la práctica del inglés oral en niños y niñas de primaria de un colegio no bilingüe, para lo cual organizan e imparten clases de conversación de inglés para niños y niñas del CEIP el Olivo que necesitan mejorar sus competencias en esta lengua.

Desireé González escoge el proyecto Digniversidad, cuyo objetivo es dar visibilidad a personas con diversidad funcional, organizando actividades lúdicas para acompañar a personas con discapacidad psíquica severa, en colaboración con la Fundación ANDE.

Lucía López escoge el proyecto Copla y memoria histórica, en el cual los estudiantes estimulan la memoria de las personas mayores a través de la música de la copla de la posguerra, contando con la colaboración del conferenciante, historiador e intérprete de la copla, Manuel Rey.

Con estos proyectos las estudiantes aportaron sus conocimientos y habilidades para provocar un impacto positivo en la ciudadanía de Coslada, atendiendo necesidades concretas de población vulnerable y mejorando su calidad de vida.

Pero, además, estas experiencias tuvieron también una influencia positiva sobre ellas mismas. Entre otros aspectos, destacan:

  • la superación de la timidez y la vergüenza a la hora de hablar en público, la mejora consecuente en las habilidades comunicativas.
  • la apertura en sus relaciones con los demás, acercándose a colectivos desconocidos.
  • el efecto de sentirse útil por lo que se está haciendo, la mejora de la autoestima y de la seguridad personal.
  • la consolidación de sus conocimientos, el sentir útiles los aprendizajes académicos y el amor por estar aprendiendo.
  • la percepción de estar aprendiendo más que al prepararse para un examen.
  • la alegría de poder ayudar.
  • la generación de un vínculo diferente con el profesorado...

En estos proyectos, pues, todos ganan: la población sale beneficiada de la acción de los estudiantes y éstos mejoran también sus aprendizajes.

En conclusión, el aprendizaje-servicio es un buen exponente de la educación que queremos, la que tiene como finalidad formar personas competentes, capaces de transformar el mundo. La que pone el talento de los chicos y las chicas no sólo a mejorar su currículum personal, sino también a mejorar su entorno. Por ello la educación que queremos se vuelve empeño de toda la sociedad.

 

Roser Batlle

www.roserbatlle.net